Queridas hermanas juezas del continente africano: es para mi un inmenso honor compartir con ustedes este evento. Lo hago en mi carácter de presidente del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana y también como juez de la República Argentina.
Nuestro Comité fue creado el 4 de junio de este año, en este mismo lugar. Entonces, los jueces presentes de la mayoría de los países del continente americano, nos dimos cita para escucharnos, interpretar la realidad a la luz de las enseñanzas del Papa Francisco y pensar sobre qué podíamos hacer en conjunto para desarrollar, potenciar, concretar, los Derechos Sociales en nuestros territorios.
En nuestro continente americano, en las tres Américas, existen realidades diversas, países con diferentes idiomas, costumbres de unos que son extrañas para otros, multiplicidad de etnias, importantes corrientes migratorias, pero en todos los casos, en mayor o menor medida, se da el común denominador de la existencia de pobreza y descarte.
No hay país de nuestro continente, ni siquiera el país más poderoso de nuestro planeta, que pueda jactarse de no tener en su seno un conjunto muy importante de habitantes sumidos en la pobreza.
Pero por cierto el centro y sur de nuestro continente sufren la peor parte. Muchos países hermanos, mi propio país, registran porcentajes de pobreza que casi involucran a la mitad de la población. En el caso de Argentina, el 40 por ciento de la población es pobre. La República Federativa del Brasil, sexta potencia industrial mundial, presenta también una significativa proporción de su población pobre, muy pobre.
En nuestro continente, la historia es la historia de la dominación y la expoliación. En un ciclo ascendente y continuo, nuestros estados nacionales fueron y son víctimas de las políticas expansivas de las economías de la centralidad. La dominación comenzó con la conquista de nuestras tierras, el desplazamiento de sus pueblos originarios y en muchos casos lisa y llanamente con su exterminio. Luego continuó con los gobiernos delegados de las metrópolis hasta la independencia de cada nación. Pero no cesó la expoliación con las independencias. Sólo adquirió nuevas formas, usando a parte rica de nuestras poblaciones como verdaderos ejecutores de las políticas definidas en el extranjero. Así, los gobiernos de las oligarquías nativas continuaron facilitando la expoliación y el saqueo.
Ahora, no obstante los esfuerzos de los pueblos para lograr democracias sustantivas, en muchos casos, la política insustancial termina siendo servil y sometida a los dictados de los mismos que hace siglos continúan su avance.
Los disciplinamientos son diferentes, pero los objetivos siempre los mismos: someter, dividir, agredir, confundir, violentar y matar, para lograr adueñarse de los recursos naturales y de las producciones básicas. Antes mediante los golpes de estado, hoy a través del lawfare, la guerra híbrida y el intervencionismo pretendidamente anti terrorista o de matiz humanitario.
Mientras tanto nuestra gente, gente buena y sencilla, amable y dispuesta, se resigna a una vida de postergaciones y vulneraciones. Muchos ya no saben lo que es el trabajo, otros tantos perdieron sus tierras, numerosos no tienen techo. Las tres T que reclama Francisco en su paradigmático discurso a los Movimientos Sociales en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, son para ellos un destino lejano y difuso.
Ustedes seguramente sepan poco de nuestra cultura y nuestra historia, y nosotros confesamos saber poco de la vuestra. No es una casualidad. Ambos continentes estuvimos y estamos atravesados por la lógica de la centralidad, que evita relacionar nuestras historias y permitir nuestra comunidad para hacer posible la continuidad de la conquista.
Cada intento de hermanar nuestros continentes fue quebrado desde la centralidad. No es bueno, para los ojos del que domina, que se unan aquellos que padecen sufrimientos comunes producto de su dominación.
Sabemos poco de la historia africana, pero algo sabemos: es un continente tan expoliado como el nuestro, con tanta pobreza como el nuestro y paradójicamente con riquezas naturales y humanas tan importantes como las nuestras. A nuestro continente han llegado barcos negreros cargados de esclavos provenientes de África, pero nuestros indios también fueron esclavizados y muertos por las potencias europeas en los siglos XVI, XVII y XVIII. Nuestra naturaleza, rica y pujante, fue y es destruida por la devastación que se practica en el nombre del progreso. En África ocurre otro tanto.
Hoy ustedes relatan la gravedad de los casos de trata de personas y de tráfico de personas y órganos. Nosotros también en América exponemos infinidad de regiones abandonadas a su suerte, donde la vida no vale un dólar y en donde cualquiera puede ser sustraído de su población con violencia o engaño, para ser luego comerciado al mejor postor. También en nuestro continente es moneda común la sustitución de identidad, la venta de niños y niñas, la esclavitud y la trata.
También, por último, compartimos la historia trágica de la dominación violenta. Cíclicamente nuestros pueblos se levantan contra la injusticia y el hambre y reciben por respuesta la represión y la muerte. Hoy, sin ir más hacia el pasado, mueren Bolivianos y Chilenos, unos defendiendo sus conquistas que peligran luego del golpe, otros tratando de recuperar un espacio perdido hace varias décadas. En Brasil, cientos de pobres son asesinados diariamente por las fuerzas policiales y parapoliciales en las favelas. Son negros, muchas veces niños, son pobres, son siempre descartados. En África, sabemos, también la sangre ha sellado cíclicamente los intentos de liberación y de lucha por la justicia.
Nuestro Comité de juezas y jueces tiene muy en claro que lo que nos une es la historia, la riqueza de nuestros pueblos, la calidad de nuestra gente y el profundo amor por el otro y por el planeta. Francisco es quien mejor sintetiza nuestra comunidad y es el gestor de nuestra hermandad.
Bajo su inspiración nacimos y bajo su inspiración queremos humildemente proponerles que constituyan en su continente el Comité Panafricano de juezas y jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana. Que sea, como el nuestro, una herramienta permanente y en crecimiento, para hacer posibles los derechos sociales desde una lectura sustancial y comprometida de nuestras diversas realidades económicas, sociales y políticas.
Es una invitación que hacemos desde nuestro corazón y que confiamos será bienvenida por ustedes queridas colegas africanas. Les ofrecemos por cierto toda nuestra colaboración para hacer posible el cometido.
Deseamos que en el futuro podamos actuar en conjunto e ir sumando paso a paso, en un proceso sólido y perdurable, a todos las áreas del globo que aún tengan como asignatura pendiente la dignidad de sus pueblos.
Ojalá nuestro deseo se concrete y podamos en breve dar cuerpo a una integración judicial africano-americana para que, como recuerda Francisco, enarbolando juntos, en cada uno de nuestros estados, una misma bandera que rece: que no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia con inequidad.
Muchas gracias.
Tamila E. Ipema, Ana Inés Algorta Latorre and María Julia Figueredo Vivas