Declaración final

2019
Workshop
Casina Pío IV, 12 y 13 de abril

Declaración final

Quién era quién, quién hizo qué, y dónde y cuándo sucedió

Declaración final

Tras el Simposio Via humanitatis que se celebró en el seno de esta Academia en 2013 y que describió a la perfección las principales vías de la evolución morfológica y cultural del Hombre, este nuevo taller no tuvo por objetivo reproducir el mismo tema seis años después, sino presentar los hallazgos más recientes y asombrosos de los campos de la paleoantropología y la prehistoria (nuevos fósiles, nuevos artefactos, nuevos fechados), hallazgos estos que dan lugar a nuevos interrogantes e incitan a debatir sobre su posible significado. Veinte científicos del mundo entero, que se encuentran entre los responsables de develar estos nuevos datos, fueron invitados al Vaticano para conversar sobre estos hallazgos durante las dos jornadas que duró el taller. Esta breve Declaración intentará resumir las conclusiones que se desprendieron de este intenso par de días.

El taller comenzó con una descripción de los tres homínidos más antiguos que se han hallado: Sahelanthropus, de siete millones de años de antigüedad, encontrado en Chad; Orrorin, de seis millones de años, hallado en Kenia; y Ardipithecus, de entre 4,4 y 5,8 millones de años o Ma, descubierto en Etiopía. Estos tres homínidos, que no fueron descritos en el Simposio de 2013, nos permiten vislumbrar la apariencia que seguramente tuvieron nuestros ancestros del Mioceno: se trataba de seres bípedos, capaces de caminar y trepar, que comían raíces y frutos, vivían en zonas tropicales del continente africano, y que estaban dotados de un cerebro que todavía era pequeño. Vivían en una especie de selva poco tupida, en la sabana arbustiva y en los pastizales (un paisaje variopinto, similar al del Delta de Okavango), en condiciones probablemente más húmedas que lo que supo pensarse. Pese a compartir rasgos comunes, ya es notable la diversidad entre estos antecesores del hombre, lo que puede querer decir que estos primeros prehumanos ya se habían adaptado a una multiplicidad de nichos ecológicos.

El siguiente capítulo de nuestra historia

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Tras el Simposio Via humanitatis que se celebró en el seno de esta Academia en 2013 y que describió a la perfección las principales vías de la evolución morfológica y cultural del Hombre, este nuevo taller no tuvo por objetivo reproducir el mismo tema seis años después, sino presentar los hallazgos más recientes y asombrosos de los campos de la paleoantropología y la prehistoria (nuevos fósiles, nuevos artefactos, nuevos fechados), hallazgos estos que dan lugar a nuevos interrogantes e incitan a debatir sobre su posible significado. Veinte científicos del mundo entero, que se encuentran entre los responsables de develar estos nuevos datos, fueron invitados al Vaticano para conversar sobre estos hallazgos durante las dos jornadas que duró el taller. Esta breve Declaración intentará resumir las conclusiones que se desprendieron de este intenso par de días.

El taller comenzó con una descripción de los tres homínidos más antiguos que se han hallado: Sahelanthropus, de siete millones de años de antigüedad, encontrado en Chad; Orrorin, de seis millones de años, hallado en Kenia; y Ardipithecus, de entre 4,4 y 5,8 millones de años o Ma, descubierto en Etiopía. Estos tres homínidos, que no fueron descritos en el Simposio de 2013, nos permiten vislumbrar la apariencia que seguramente tuvieron nuestros ancestros del Mioceno: se trataba de seres bípedos, capaces de caminar y trepar, que comían raíces y frutos, vivían en zonas tropicales del continente africano, y que estaban dotados de un cerebro que todavía era pequeño. Vivían en una especie de selva poco tupida, en la sabana arbustiva y en los pastizales (un paisaje variopinto, similar al del Delta de Okavango), en condiciones probablemente más húmedas que lo que supo pensarse. Pese a compartir rasgos comunes, ya es notable la diversidad entre estos antecesores del hombre, lo que puede querer decir que estos primeros prehumanos ya se habían adaptado a una multiplicidad de nichos ecológicos.

El siguiente capítulo de nuestra historia está documentado por el también diverso mundo de lo que se conoce como «complejo Australopithecus-Kenyanthropus», hallado a lo largo y a lo ancho de la selva africana, en el seno de una suerte de cinturón concéntrico de clima tropical y más seco que el ecosistema anterior, que se extiende desde Chad hasta Sudáfrica, pasando por todo el Este del continente. Fueron tiempos muy interesantes, de una Prehumanidad que seguía manifestando la doble locomoción y aún poseía un cerebro pequeño, pero que quizás ya había empezado a fabricar herramientas (3,3Ma, Kenia) y a comer carne (marcas de corte, 3,4 Ma, Etiopía).

Hace alrededor de tres millones de años se desató una sequía que fue un verdadero cambio climático: fue así que todas las especies vivientes tuvieron que adaptarse para sobrevivir. Esta fue la razón del surgimiento en el Este de África, y quizás más tarde, en el Sur, del género Paranthropus, robusto, vegetariano y dueño de un cerebro pequeño; de la aparición, en el sur del continente, del australopitecino, bípedo y mejor equipado para correr, pero aún dotado de un cerebro pequeño, y por último y no menos importante, del origen, en el Este y Sur de África, del género Homo, pequeño, omnívoro (también carnívoro), y con un cerebro claramente más grande. La principal idea que se desprendió de este taller es, una vez más, la increíble diversidad de los homínidos que vivían en aquellos tiempos, y nuestra consiguiente dificultad de hacer diagnósticos certeros respecto de los numerosos fósiles encontrados. ¿Quién era quién? La situación parece indicar que hubo un cambio «blando» en la morfología y la conducta homínida, el cual la condujo a adaptarse correctamente a los nuevos paisajes y los nuevos climas, que eran más secos. El Reverendo Padre Fr Pierre Teilhard de Chardin, jesuita y paleontólogo francés, escribió unas hermosas palabras acerca de esta época tan sobresaliente: «L’Homme est entré sans bruit!» («El Hombre entró sin hacer ruido»). A nuestra mentalidad cartesiana le habría encantado establecer una distinción clara entre una «Era antes del Hombre» y una «Era del Hombre». Sin embargo, las actuales investigaciones quizás nos obliguen a pensar de otro modo. Seguramente la cuestión no pase por una falta de reactividad evolutiva en la subtribu Australopithecina, sino por la necesidad de una adaptabilidad leve y progresiva, la cual dio origen a este extraño Ser llamado «Hombre», dueño de la capacidad del habla y de un «mejor» raciocinio (pues supuestamente el Homo sabe que sabe).

El género Homo se desplazó «con rapidez» (en términos geológicos), y llegó al Mediterráneo (recientemente se encontraron en Argelia algunas herramientas de piedra de 2,4 Ma de antigüedad), a Medio Oriente, y a Oriente (India). Se encontraron marcas de corte en huesos de animales (2,7-2,8 Ma) en la región del Punyab, a los pies del Himalaya, y por supuesto, en el Lejano Oriente. El hallazgo realizado en India, en la aldea de Masol, es clave, pero aún debe ser confirmado, al igual que las herramientas de uso carnívoro, que todavía precisan ser debidamente identificadas. En cuanto al resto de Asia, se encontraron herramientas líticas de más de dos millones de años de antigüedad en China; en Georgia se hallaron restos de homínidos y herramientas de piedra de 1,8 Ma; y en Indonesia, restos de homínidos fechados en 1,6 Ma. También se hallaron restos de Homo de más de 1 Ma en Turquía, lo que ayuda a confirmar nuestras expectativas: el Hombre se desplazó de África a Eurasia (y de Eurasia a África) muchas veces, y esto empezó a suceder en cuanto se abrió una vía de acceso entre una región y otra.

Por razones que seguramente sean paleogeográficas y/o paleoclimatológicas, los primeros homínidos llegaron a Europa más tarde. Se hallaron herramientas líticas fechadas en «tan solo» 1,4 Ma en Italia y España. El Homo (erectusheidelbergensis?) fue conquistando territorio, dirigiéndose al Norte de acuerdo con la evolución de la temperatura y el clima (se hallaron restos de 1 Ma en Francia y Gran Bretaña). Otro paso importante en la llegada de poblaciones homínidas a Europa está determinado por un artefacto lítico llamado «hacha de mano»: estos instrumentos, encontrados en África, Asia y España (quizás a través de Gibraltar), tenían una antigüedad de 1,7 Ma en la primera región, y de 1 Ma en Asia y España. En otras regiones de Europa, y hasta los paralelos 50° a 60°N, los hallazgos fueron fechados en 0,7 Ma. Lo que se conoce como el morfotipo del Hombre de Neanderthal corresponde a restos que datan de 0,5 Ma, y que coinciden en el tiempo, quizás, con el morfotipo del hombre de Denisova: ambos morfotipos descenderían del Homo heidelbergensis. Probablemente nacido en África, Homo sapiens cruzó la frontera del Sinaí hace más o menos 0,2 Ma, y al igual que sus predecesores, se desplazó primero a Asia y a Europa (0,05 Ma), a Siberia un tanto más tarde, y por último a América, a través del Estrecho de Bering (0,03 Ma). El documento final propuso, inesperadamente, que el Homo neanderthalensis bien podría haber sido el primer «pintor» de las cuevas de Europa.

De esta última parte se desprendieron varias reflexiones. En primer lugar, lo que llamamos «movimientos» no son, desde luego, migraciones deliberadas, sino desplazamientos o expansiones demográficas oportunistas. En segundo lugar, surge nuevamente la idea de la diversidad de la «pseudoespecie» Homo; nuestro género estuvo, y probablemente siga estando, sujeto a la presión del medioambiente, al igual que sus vecinos mamíferos. El enanismo insular, bien conocido en muchas familias de vertebrados (Suidae, Bovidae, Hippopotamidae, Proboscidea), también afectó a la familia Hominidae: Homo floresiensis, originario de la isla indonesia de Flores, de menos de 0,005 Ma, y Homo luzonensis, hallado hace poco en la isla de Luzón, Filipinas, de similar antigüedad, son excelentes ejemplos de la deriva genética. El uso de la palabra «pseudoespecie» en lugar de «especie» se debe a que algunos de los científicos presentes en el taller insistieron en el rol de la cultura en el género Homo, es decir, en un efecto de retroalimentación de este nuevo entorno (el cultural) sobre el biológico, con la consecuencia de una interfecundidad permanente entre todas las «especies» humanas (un ejemplo reciente de ello es la hibridación Homo neanderthalensis-Homo sapiens). Por último, como cierre de estas conclusiones, cabe señalar que algunos participantes (aunque no todos) opinan que la noción de símbolo aparece en cuanto se confecciona la primera herramienta (hace 3,3 Ma): fabricar una herramienta requiere el uso de dos piedras (dos formas), siendo el resultado una tercera forma, una escultura, una creación, en definitiva, un símbolo. Otros científicos, no obstante, postulan que el objetivo de fabricar una herramienta era solo su fin práctico.          

Profesor Yves Coppens

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